Las almas de los justos están en la mano de Dios y no les alcanzará tormento alguno. (Sab 3,1-9)
La confianza en la resurrección permite comprender que la comunión entre los creyentes no se interrumpe con la muerte.
Con sencillez del corazón, podemos pedir a los que amamos y que nos han precedido en la vida eterna: «Reza por mí, reza conmigo.»
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