El Papa
centró su homilía en casa Santa Marta en la misericordia. Francisco
explicó que para ser misericordioso hacen falta dos conductas: La
primera, avergonzarse de los propios pecados y la segunda, agrandar el
corazón.
"Si todos los pueblos, las personas, las
familias, los barrios, tuviésemos esta actitud, ¡cuánta paz habría en el mundo,
cuánta paz habría en nuestros corazones! Porque la misericordia nos conduce a
la paz. Recordad siempre: '¿Quién soy yo para juzgar?'. Hay que avergonzarse y
agrandar el corazón. Que el Señor nos dé esta gracia”.
El pasado
lunes 17 de marzo el Papa en su homilía en la Residencia de Santa Marta, dónde
habitualmente celebra la Eucaristía señaló que las personas con un corazón
generoso no juzgan a los demás por sus pecados, sino que reconocen los
suyos y piden perdón por ellos a Dios.
"... hay tantas cosas pequeñas, tantos pecados
cotidianos, de todos los días… Y cuando uno piensa: ‘Pero qué cosa, pero que
corazón chiquito: ¡he hecho esto contra el Señor!’. ¡Eso es avergonzarse!
Avergonzarse ante Dios y esta vergüenza es una gracia: es la gracia de ser
pecadores. Yo soy pecador y me avergüenzo ante Ti y te pido perdón’. Es
sencillo, pero es tan difícil decir: ‘He pecado’”.
"¡Agrandar el corazón! ‘Pero yo soy un pecador’.
‘Mira qué cosa ha hecho éste, aquel…. ¡Yo he hecho tantas! ¿Quién soy yo para
juzgarlo?’. Esta frase: ¿‘Quién soy yo para juzgar a éste? ¿Quién soy yo para
hablar mal de éste? ¿Quién soy yo para...? ¿Quién soy yo, que ha hecho las
mismas cosas o peores?’. ¡El corazón grande! Y el Señor lo dice: ‘¡No juzguen y
no serán juzgados! ¡No condenen y no serán condenados! ¡Perdonen y serán
perdonados! ¡Den y se les dará!’. ¡Esta generosidad del corazón! Y ¿qué cosa se
les dará? Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y
desbordante. Es la imagen de las personas que iban a recoger el grano con el
delantal y estiraban el delantal para recibir más, más grano. Si tienes el
corazón grande puedes recibir más”.
"El hombre y la mujer misericordiosos tienen un
corazón grande, grande: perdonan siempre a los demás y sólo piensan en sus
pecados. ‘¿Has visto qué cosa ha hecho éste?’. ‘¡Tengo suficiente con aquello
que he hecho yo y no me inmiscuyo!’. Este es el camino de la misericordia que
debemos pedir. Si todos nosotros, si todos los pueblos, las personas, las
familias, los barrios, tuviésemos esta actitud, ¡cuánta paz habría en el mundo,
cuanta paz en nuestros corazones! Porque la misericordia nos conduce a la paz.
Recuerden siempre: ‘¿Quién soy yo para juzgar?’. Hay que avergonzarse y
agrandar el corazón. Que el Señor nos dé esta gracia”.
EXTRACTO DE LA HOMILÍA DEL PAPA
(Fuente: Radio Vaticana)
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