lunes, 11 de diciembre de 2017

Precisamente como el pastor[...] que va a buscar a la oveja perdida y, aunque esté oscuro, deja a las demás ovejas en un lugar seguro y va a buscar la que falta, va a buscarla.


Es precisamente éste el mensaje más profundo: la alegría de Dios. Un Dios a quien no le gusta perder. Y por ello, para no perder, sale de sí y va, busca. Es un Dios que busca a todos aquellos que están lejos de Él.

Precisamente como el pastor[...] que va a buscar a la oveja perdida y, aunque esté oscuro, deja a las demás ovejas en un lugar seguro y va a buscar la que falta, va a buscarla.

Nuestro Dios, por lo tanto, es un Dios que busca. Su trabajo es buscar: ir a buscar para volver a invitar.

En esencia, Dios no tolera perder a uno de los suyos. Esta será también la oración de Jesús el Jueves santo: "Padre, que no se pierda ninguno de los que me has dado".

Es, por tanto, un Dios que camina para buscarte y tiene una cierta debilidad de amor hacia aquellos que se han alejado más, que se han perdido. Va y les busca. Y, ¿cómo busca? Busca hasta el final. Como este pastor que va por la oscuridad buscando hasta que encuentra a la oveja perdida...
Dios busca porque piensa: "A este hijo no lo pierdo, ¡es mío! ¡No quiero perderlo!".

Él es nuestro Padre. Nos busca siempre.

Pero el trabajo de Dios no es sólo buscar y encontrar. Porque cuando nos encuentra, cuando encuentra a la oveja, no la deja a un lado ni pregunta: "¿Por qué te has perdido? ¿Por qué te has caído". Más bien la vuelve a llevar al sitio justo.

Podemos decir forzando la palabra que Dios reacomoda: acomoda otra vez a la persona que ha buscado y encontrado; de forma que, cuando el pastor la vuelve a llevar en medio de las demás, la oveja perdida no tenga que escuchar tú estás perdida, sino: tú eres una de nosotras...



(Homilía Papa Francisco en Santa Marta, 07 de noviembre de 2013)

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